miércoles, 16 de octubre de 2013

Jabalí

    Ayer fui por primera vez de espera esta temporada, vamos de la general. porque por suerte esperas estoy haciendo casi todo el año, me encantan. El preparar el puesto, ir a mirar, si entran o si no, buscar rastros, me apasiona. Pero si algo me atrae es poder cazar de noche, la tranquilidad que se respira, cuando se oye el monte y se acelera el corazón, ya vienen, esa sensación de tener un animal tan esquivo a tan pocos metros es indescriptible. Los puestos los preparo como si fuera a cazar con el arco, entre diez y quince metros, a veces menos, supongo que es la gracia, tenerlos tan cerca y que no se den cuenta.
    La cosa es que voy al mediodía a vigilar y había pasado la noche anterior, por las marcas no es un animal muy grande y posiblemente venga sólo porque sólo distingo unas huellas, así que a pesar de estar el aire un poco revuelto decido volver por la tarde con los trastos. Después de mirar a que hora se ponía el sol, marcho de casa sobre las seis y media más o menos, para que me dé tiempo a montar el treestand, ya que me voy a poner en un pino. Llego y tras comprobar que el aire va girando pero parece que no me perjudicará viendo la entrada que tiene el animal, lo preparo todo. Sobre las siete ya estoy arriba y listo para empezar la espera. Aún pasa a última hora algún ciclista por el camino que va paralelo al  puesto, pero eso no me preocupa, la noche estaba ya llegando.
    La luna no tarda en alumbrarlo todo, está casi llena, pero como los pinos están muy juntos, la claridad se entrecorta. Precisamente la zona de tiro queda en una zona de sombra, pero no compruebo si veo o no por el visor, no quiero moverme ya que espero que no tarde mucho en aparecer y a veces son ellos los que te cazan a ti. Sobre las ocho y media, sin previo aviso, escucho romper monte a mi derecha, en un momento lo veo cruzar entre los claros que da la luna, no duda, entra confiado, viene solo, levanto el rifle y lo encaro, está de culo, entregirado. Decido dar un momento la luz a ver si me enseña la cabeza, se cuartea un poco pero nada más, así que no me aguanto más. Apunto justo por delante de la paletilla a sabiendas que en esa posición tan cruzada el tiro se quedará un poco por detrás, quito el seguro lentamente y aprieto el gatillo, la detonación rompe el silencio en el bosque y el animal está ya muerto en el suelo, el disparo ha sido fulminante.
    Ahora toca desmontar todo, antes compruebo que se trata de un macho joven de un pelaje dorado muy bonito, está bien rollizo, se nota que es año de bellota. Aviso a Iñaki y tras cargarlo en el coche me dirijo a su casa, todavía queda un rato de trabajo, forma parte de la caza en sí.

    

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